Una imagen del Louvre como “diaformosis” integra ya un nuevo modo de ver la realidad en una “nueva” época: el diafenomenologismo, crecer y renovarse entre una obra, su contexto y la actualidad en una renovada “génesis”; esta actitud ya está en la calle; el diafenomenologismo actúa como “sello de alcance”, como un suplemento utilizado en las correspondencias entre la obra y nuestra actualidad y un espacio que separa la cotidianeidad, la deja de lado, se aleja, huye de responsabilidades, usurpa, e integra un contexto que no conoce, arcaico, originario, genético para la obra; sobre ese espacio opaco, macizo, la fenomenología proyecta su efecto como una “iluminación de antorchas por los senderos intrincados de un bosque” (Nietzsche hablando de los escritores en Humano demasiado humano); esto tiene su lado negativo y su lado satisfactorio, pero que la práctica diaria obliga a desterrar y olvidar, y no importa perderlo, pues esta época de la “diafenomenología” invita a la retirada del “mundo” de la propia fenomenología, la contradicción es de base. Pero en cambio facilita una especie de narcosis en el tiempo de ocio. Se pone siempre a salvo de lo que es ajeno, y por mucha génesis que pretenda negar, siempre pone más de lo que hay; incita; la razón es que está demasiado cerca y demasiado lejos porque el autor conoce demasiado bien su tema y lo encuentra fastidioso; de esa forma prescinde de contacto responsable, en una alusión infinita que no rompe el espejo; entonces el lector u oyente encuentra con facilidad mal justificado el asunto si se suprime esa implicación.
Coloca al hombre de puntillas de forma anónima y lo obligan a bailar de puntillas; esto es un logro a merced. Igual que el hombre que ha nacido en un país de viñedos llega a ser bebedor de vino, la fenomenología nos atrapa, pero debido a ese anonimato al que apela al final, crea un hábito a sus principios intelectuales sin razones y sólo por hábito; a esto se llama creencia. Esto contiene razones para ser siervos fieles o sus detractores libres más despiadados; valorar a nivel individual sólo la mitad del camino aunque con las dos vertientes; la recepción de la obra está incluida como elemento de la obra.
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