martes, julio 22, 2008

Retirada del Ego Trascendental

Chaplin egosoldado
Dice Richir:

Primeramente, pues, para el enigma de la pasión de pensar, no es necesario precipitarse ni sobre la inmanentización radicalmente subjetiva de la afectividad, lo que nos llevaría a un encerramiento en la subjetividad de la afectividad, que conduce al simulacro ontológico, ni sobre su psicologización relativa, como si el afecto fuera independiente del pensar, para encontrarlo como una marca de subjetividad; pero tampoco sobre su elisión en razón de la dificultad que hay en encontrarlo.Para esclarecer el enigma Richir vuelve[1] sobre un texto de Husserl: “La identificación (Einfühlung) presupone la corporeidad de cuerpo viviente, (Leiblichkeit). En oposición, la objeción que Becker hizo valer: los enfermos mentales que dicen que llevan aún otro yo en sí. Oyen voces, discursos, en ellos, y no de fuera. He respondido a esta objección con mi vieja distinción de la corporeidad de cuerpo externo (Aussenleiblichkeit) y de la corporeidad de cuerpo interno (Innenleiblichkeit). Mi vieja opinión era que, únicamente es por entretejimiento (Verflechtung) con el exterior como un interior puede ser puesto objetivamente, dado que un alter ego puede “estar ahí” para mí”. Se ve ahí una necesidad fenomenológica de esta distinción entre interior y exterior. El medio, el entorno no deviene exterior más que si es llevado a un cuerpo él mismo dividido entre dentro y fuera: en un interior o en un yo–cuerpo exteriorizado en un exterior él mismo centrado sobre el primero; para Husserl esa exteriorización es “expresión”, fenómeno de lenguaje, que media para hacer a la interioridad ponerse en relación con la exterioridad. Esta, a su vuelta, puede presentarse como cosa, como positividad que, por ser “en persona” con un cierto cuerpo, no es menos inerte, inanimada, y en ese sentido, matriz de la objetividad; o bien como otro hombre u otro yo: apresentación de una interioridad, corporeidad interna que no es la propia. No se da en el modo perceptivo sino con cierta ausencia, la de una presencia a distancia de la mía, por la mediación de la percepción de su corporeidad externa. Resulta que para Husserl la comprensión de los fenómenos del lenguaje dependen siempre de la apresentación. La riqueza del pensamiento husserliano reside en volver a pensar la distinción dentro/fuera, inmanente/trascendente, como una distinción fenomenológica interna en el cuerpo: es un cuerpo interno, viviente, Leib, que se exterioriza en lo que es aún un Leib externo, y no un cuerpo separado del espíritu. No hay intimidad de la corporeidad interna, intimidad de la vida del yo (ipse), más que si hay quiasmo entre dos corporeidades, interna y externa, es decir, únicamente si esta división se aparece en la apresentación de otro a través del mismo quiasmo que tiene lugar ahí; no me encarno más que si me apercibo en otro encarnado. La afectividad no me aparece como disposición (ánimo) encarnada en mí más que si estoy ya encarnado en la comunidad fenomenológica encarnada de los otros.
El lugar originario de la identificación y de la encarnación muestra que ésta, para aparecerse a ella misma en el encuentro del ego y del alter ego, juega tanto como la necesaria distancia- huíada o espacialización originaria- de mí mismo a mí mismo, entre mi corporeidad de cuerpo interno, interna, y mi corporeidad de cuerpo externo. El encuentro fenomenológico de lo ajeno no es encuentro entre una inmanencia egoísta primordial y una trascendencia, sino encuentro en quiasmo, de dos quiasmos originarios entre corporeidades internas y externas. Hay entre las dos una port–à–faux o desajuste que hace su distorsión originaria, sin la cual el ipse deviene sólo ipse, loco, puesto que ya nada retiene desde ese momento a la corporeidad externa a verterse integralmente en lo físico, caso extremo de la disociación. [<-...]El medio, el entorno no deviene exterior más que si es llevado a un cuerpo él mismo dividido entre dentro y fuera: en un interior o en un yo–cuerpo exteriorizado en un exterior él mismo centrado sobre el primero. [...]
[1] Ver meditations phénoménologiques pág. 36.

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