miércoles, junio 01, 2011

firmeza y escudo, no cae la vieja leva



hombre sin cabeza, Rodin, Museo d'Osay



ILIADA CANTOXVII




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—¡Ayante! Ven, amigo; apresurémonos a combatir por Patroclo muerto, y quizás podamos

 llevar a Aquileo el cadáver desnudo, pues las armas las tiene Héctor, de tremolante casco.

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Así dijo; y conmovió el corazón del aguerrido Ayante que atravesó al momento las primeras
 filas junto con el rubio Menelao. Héctor había despojado a Patroclo de las magníficas 
armas y se lo llevaba arrastrado, para separarle con el agudo bronce la cabeza de los
 hombros y entregar el cadáver a los perros de Troya. Pero acercósele Ayante con su 
escudo como una torre; y Héctor, retrocediendo, llegó al grupo de sus amigos, saltó al
 carro y entregó las magníficas armas a los troyanos para que las llevaran a la ciudad, 
donde habían de proporcionarle inmensa gloria. Ayante cubrió con su gran escudo al hijo
 de Menetio y se mantuvo firme. Como el león anda en torno de sus cachorros cuando
 llevándolos por el bosque le salen al encuentro los cazadores, y haciendo gala de su
 fuerza, baja los párpados y cierra los ojos; de aquel modo corría Ayante alrededor del
 héroe Patroclo. En la parte opuesta hallábase Menelao caro a Ares, en cuyo pecho el
 dolor iba creciendo.

El escudo es el arma con el que podemos defendernos; pero el escudo no sólo sirve para defendernos...los griegos en este canto XVII lo utilizaron como arma que defiende algo vivo; y es curioso cómo se defendían entonces los cadáveres en una época remotísima, pero que en la Grecia clásica estaba aún muy engranada; cuenta Foustel de Coulanges en "la ciudad antigua" que el alma y el cuerpo en los ritos de las sepulturas era una experiencia que daba testimonio de que lo que allí se colocaba era algo "viviente"; Virgilio nos describe las ceremonias con estas palabras: "encerramos su alma en la tumba"; la misma expresión está en Ovidio y en Plinio el joven, pues desde tiempo inmemorial estaba perpetuada en el lenguaje, atestiguando antiguas y vulgares creencias; era costumbre al fin de la ceremonia fúnebre llamar tres veces al alma del muerto por el nombre que había llevado. se le deseaba vivir feliz bajo tierra: "que la tierra te sea ligera" (Ilíada XXIII, 221} ; qué buen humor. Se escribía en la tumba que el hombre, el héroe reposaba allí, expresión que ha llegado hasta nosotros. Husserl tiene en el libro problemes fondamentaux de la fenomenologie ed.epimethee, puf,un apéndice muy curioso que titula la corporeidad en tanto que mediación de los espíritus. Afirma que puedo a voluntad mover las cosas, no mediante mi mano, sino mediante un dejar huir las sensaciones musculares, LA INERCIA, motivadoras con las que, en tanto que series para el objeto visual,ciertas huidas de sensación de tocar y apercepciones están dadas..la corporeidad mediatiza en el mundo de hecho, la comprensión de los espíritus de esos cuerpos, la comprensión de los hombres enteros según su vida de alma, como si esta fuera un válvula de un fuelle. Y se pregunta si se puede pensar la comprensión misma de otro modo que no sea por los cuerpos. Ese dejar huir, cada huida de conciencia lo llama MONADA. Aquí Husserl esta en la misma posición que estos griegos tan remotos, es decir, que el alma se piensa mediante cierta corporeidad. Pero quiere eso decir que la corporeidad aunque sea muerta, genera fantasmas(). Es como creer que tal cuerpo va a seguir viviendo bajo la tierra. No sabemos si a Husserl también le enterraron con sus objetos personales como hacían esos griegos, vestidos, armas, vasos, y derramaron vino sobre su tumba para calmar su sed.
Tras la toma de Troya los griegos vuelven a su país, cada cual lleva su bella cautiva,pero Aquiles, que esta bajo tierra, reclama también su esclava y se le ofrece a Polixena.



735De tal manera ambos caudillos llevaban presurosos el cadáver desde la liza hacia las 
cóncavas naves. Tras ellos suscitóse feroz combate: como el fuego que prende en una 
ciudad, se levanta de pronto y resplandece, y las casas se arruinan entre grandes llamas,
 que el viento, enfurecido, mueve; de igual suerte, un horrísono tumulto de caballos y 
guerreros acompañaban a los que se iban retirando. Así como unos mulos vigorosos 
sacan del monte y arrastran por áspero camino una viga o un gran tronco destinado a 
mástil de navío, y apresuran el paso, pero su ánimo está abatido por el cansancio y el 
sudor; de la misma manera, ambos caudillos transportaban animosamente el cadáver.
 Detrás de ellos, los Ayaces contenían a los teucros como el valladar selvoso extendido 
por gran parte de la llanura refrena las corrientes perjudiciales de los ríos de curso 
arrebadato, les hace torcer el camino y les señala el cauce por donde todos han de corre
y jamás los ríos pueden romperlo con la fuerza de sus aguas; de semejante modo, los 
Ayaces apartaban a los teucros que seguían peleando, especialmente Eneas, hijo de 
Anquises, y el preclaro Héctor. Como vuela una bandada de estorninos o grajos, dando 
horribles chillidos, cuando ven al gavilán, que trae la muerte a los pajarillos; así entonces
 los aqueos, perseguidos por Eneas y Héctor, corrían chillando horriblemente y se 
olvidaban de combatir. Muchas armas hermosas de los dánaos fugitivos cayeron en el 
foso o en sus orillas, y la batalla continuaba sin intermisión alguna.